¿Recuerdas la última vez que compraste un CD? Millones de personas tampoco. En sólo una generación, hemos asistido a una profunda transformación. Los consumidores ya no quieren tanto poseer cosas como poder acceder a ellas. Donde sea, como sea y cuando sea. Los gigantes tecnológicos han orquestado la gran revolución de las suscripciones. Desde Netflix, que cambió nuestra forma de disfrutar de películas y series, hasta Microsoft, que transformó Office en un servicio en la nube; desde Spotify, que dejó obsoletas las bibliotecas musicales, hasta HP, que reinventó el negocio de las impresoras. Todas esas empresas (y muchas más) se han dado cuenta de que el modelo de suscripción es maravilloso para ellas. Para los consumidores, no tanto. ¿Hemos cambiado la propiedad por algo mejor o, sin saberlo, hemos alquilado nuestro futuro?
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